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FUNDAMENTACIÓN

Durante largo tiempo, el peso de las disciplinas ha impedido que se produjeran reales intersecciones entre las mismas. Las sociedades hiper-especializadas del siglo XX han supuesto que los diálogos entre diferentes campos del conocimiento no tuvieran lugar. Es indudable que en el campo de las artes electrónicas, cuya condición de posibilidad es la existencia de un diálogo transversal entre saberes, los diques de exclusión deban abrirse. Y es este el gran desafío, ya que no sólo implicaría estructuras, instituciones o canales preparados para ello, sino también sujetos dispuestos a desplazarse hacia los bordes de sus campos disciplinares.

La irrupción de nuevos paradigmas en el campo del conocimiento, ha implicado una paulatina reversión de la impronta especializada de la modernidad. Es así que, poco a poco, se ve una mayor necesidad de producir intersecciones entre las prácticas, los lenguajes tecnológicos y los diversos campos de pensamiento en el escenario de la contemporaneidad. Es claro que es cada vez más ineludible revisar y pensar canales y estrategias que aborden el diálogo entre praxis e investigación en un campo–el de las artes electrónicas o tecnopoéticas- muy permeable a acoger estas encrucijadas.

En su carta a Derrida, el filósofo Gilbert Simondon plantea que la tecno-estética se aleja de la belleza contemplativa, para aproximarse a “la estética de la invención”. En este sentido, no se trata de la de la estética combinada con la técnica sino del lugar de encuentro entre ambas Una obra, para Simondon, es estética porque es técnica, y técnica porque es estética. Hay,  para el filósofo, una fusión intercategorial. Los devaneos, romances y encuentros galantes entre el arte y la tecnología han marcado al siglo XX, desde sus inicios, de manera rotunda. La práctica artística que incorpora los mentados “nuevos medios” como lenguajes de expresión, supone un replanteo de los paradigmas estéticos tradicionales, una revisión de las posturas academicistas y ortodoxas en relación al arte y el comienzo de un diálogo entre la práctica artística y la investigación, en este lugar de atravesamiento con la técnica.

Esto es así porque muy explícitamente los lenguajes tecnoestéticos suponen un enfoque que pone en relación diversas áreas del conocimiento, proponiendo una labor que fomenta la dinámica transdisciplinaria. Dado su carácter eminentemente dialógico, el arte electrónico se ubica dentro del universo transdisciplinario puesto que configura un objeto tecno-estético que articula una pluralidad de lenguajes –encaramándose incluso en el terreno de la hibridez discursiva y estética. Pero a su vez, el dialogismo se manifiesta en el hecho de que las obras proponen una experiencia que aborda diálogos fluidos con otras áreas del conocimiento.

Así, el enfoque es transdisciplinario no sólo propone la integración o diálogo entre las disciplinas, sino que va más allá aún al ubicar al sujeto en el centro de la escena: es éste el que debe llevar a cabo un viaje integrador por el vasto y diverso océano del conocimiento. La conciencia transdisciplinaria permite entonces tender puentes que rompan la mirada compartimentada y liberar al sujeto de los particularismos que imponen los ghettos del conocimiento. ¿Cómo amalgamar la reflexión y la experimentación artística en una relación de paridad?; ¿cómo dar cauce a investigaciones orientadas a la práctica artística generando discursos que pongan en relación de equilibrio teoría y praxis, la estética y la técnica?; ¿es posible articular la investigación, la experimentación y la producción, estableciendo diálogos ricos entre diferentes esferas disciplinares?; ¿es el campo de los discursos tecno-estéticos una caja de resonancia fértil para dar cuenta de estos cruces? Todas estas preguntas abren dimensiones posibles: todas ellas develarían potenciales estrategias de acción en permanente proceso.

Los periplos convocan aportes de disciplinas diversas y, muchas veces, sus hacedores hacen gala de perfiles heterogéneos y eclécticos en cuanto a su formación académica y profesional, lo que hace, muchas veces, que el trabajo creativo y los procesos de reflexión sean más que fructíferos. Desde una dinámica de trabajo horizontal, lo artístico y lo tecnológico se encuentran en una zona de franco intercambio. Modelar universos estéticos, concebir arquitecturas tecnológicas –no sólo su concreción física sino también sus aspectos conceptuales-, y transitar ciencias más duras hasta ciencias más blandas-, son condición de posibilidad del propio campo.

El Doctorado en Artes y Tecnoestéticas se propone como un espacio transdisciplinar de reflexión, producción artística y de conocimiento, experimentación y examen crítico en relación al uso de las tecnologías, a las prácticas contemporáneas, a los diálogos que estas prácticas establecen con los entornos sociales y culturales, dentro de un espacio académico pionero no sólo en la incorporación del cruce arte/tecnología en sus programas de estudio, sino también en la concepción de las prácticas artísticas como generadoras de procesos de investigación.

Es así que este programa doctoral diseña un entorno de intercambio y de circulación de conocimientos, que habilitaría mecanismos de consolidación de un campo en permanente sedimentación.  Fundamentalmente, este programa permitiría cristalizar una plataforma epistemológica que dé cabida a la investigación, atendiendo a la especificidad de los procesos.

En suma, más allá de todo purismo disciplinar, el Doctorado en Artes y Tecnoestéticas, modela una zona en la que el cruce espurio, que produce objetos o sistemas multidimensionales en términos epistemológicos, abre espacios no sólo de prácticas de creación sino también de pensamiento y de reflexión.

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